"Gualeguaychú, el campo y la ley de medios son malos ejemplos"

Las estadísticas de litigiosidad no amilanan a Alejandro Nato (48), abogado porteño, funcionario, defensor del Pueblo, docente y asesor gubernamental.Actualmente asiste al Estado boliviano, que "busca incorporar mecanismos de conciliación en su Carta Magna".Nato estuvo fugazmente en Córdoba, invitado por la Sala de Mediación. Asegura que "ni el temperamento humano, ni los conflictos tienen la culpa de que no haya instancias de solución pacífica".


-¿Por qué la conciliación no prospera? ¿Somos problemáticos por naturaleza, o desaparecieron las instituciones que mediaban entre chicos y grandes?

-La pregunta entraña un clásico error conceptual. Una cultura de la mediación va más allá de la sanción de una ley. Es una realidad a largo plazo, que implica un proceso lento y concienzudo. Acaso haga falta toda una generación, que se forme desde el colegio y aprenda a resolver pacíficamente las diferencias. También es cierto que la declinación de instituciones como los clubes de barrio o parroquias, contribuyó a que ya no existan lugares primarios para dirimir intereses o temperamentos en pugna. Aún así, la mediación no busca evitar el conflicto, porque éste es inevitable. Es inherente al ser humano, a la vida en comunidad. Busca evitar la violencia, en cualquier aspecto, la pérdida de tiempo y recursos.

-¿Qué hace falta, entonces?

-Promover espacios e instancias de diálogo. Hay que pensarlos y repensarlos todo el tiempo. En Argentina a esto lo vemos con claridad. La calle se convirtió en el "tribunal" donde canalizar protestas, aunque con ello se perjudique al otro. El problema es anterior al reclamo en sí y surge de la carencia de instancias adecuadas. Lo que hablábamos antes. En esa línea, yo sostengo que la conflictividad no es una cuestión de idiosincrasia. Un pueblo no tiene "la culpa" de ser peleador. Esto más tiene que ver con lógica del poder, con la disputa de espacios públicos. Si la política consiste en "medirse" en la calle, ese mensaje será captado por mucha gente.

-¿Faltan instancias, o falta confianza?

-La desconfianza es un problema grave, sin duda. Esto tampoco es "cultural". Y aunque lo fuera, se podría corregir estableciendo contralores y una vigilancia adecuada. De esa forma, la sociedad iría recuperando la fe en las instituciones. El poder político cuenta con elementos para marcar un rumbo, y mantenerlo. Alcanza con restablecer los espacios comunitarios y proveerlos de árbitros neutrales y eficientes. Cuando esos espacios no están dados, las posiciones tienen al estancamiento.

-La mayoría duda de la probidad de los jueces, pero siguen pleiteando ante la Justicia. ¿A qué se debe?

-Otro error consiste en pensar que la mediación se creó para descomprimir Tribunales. Está comprobado que un porcentaje de demandas irá a los juzgados, nos guste o no. La conciliación es una instancia prejudicial, generalmente gratuita o asistida de oficio, de la cual no todos están advertidos. El desconocimiento es un gran inconveniente, y los medios tienen mucho que ver.

-Mejor dígaselo a los abogados …

-(Risas). Algo de eso hay … Pero la mediación ya entró a la Universidad. Las facultades de Derecho cuentan con una cátedra específica, para que el futuro abogado mentalice esta herramienta y comprenda que el juicio no es la única forma de ganar dinero.

-¿Cómo ve al país en el contexto de una cultura mediadora?

-En cuanto a nosotros, estamos pasando por una etapa francamente contraria a la cultura mediadora. El corte del puente en Gualeguaychú, la revuelta del campo ante la 125 y las peleas por la Ley de Medios, son malos ejemplos. Cuando cada una de las partes se estanca en su posición, e impide que un tercero intervenga para apaciguar los ánimos, está sentando un precedente difícil de revertir. Nadie nace intolerante, pero se hace.

Por Rosa Bertino (periodista)
www.lavoz.com.ar

(*) Publicado el 14 de julio de 2010

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